Al verlo, los dioses lo agarraron comprimiéndolo contra el suelo, con la cara hacia abajo. Una vez arrojado al suelo, los dioses lo retuvieron pegado a éste. Brahma hizo que los dioses lo ocuparan y lo llamó Vastupurusha Mándala. Antiguo Texto Hindú
Un mándala es básicamente un círculo, es la forma perfecta, y por ello nos representa el símbolo del cosmos y de la eternidad. Nos representa la creación, el mundo, el Dios, el ser humano, la vida.
Podríamos decir que todo en nuestra vida posee las formas del círculo.
Desde el universo (el sol, la luna, los planetas) hasta el esquema de toda nuestra naturaleza, los árboles, las flores, etc. todos siguen una línea circular.
¿Y qué decir del átomo o la célula?
Todo lo que nos rodea tiene la forma de círculo.
Que al mismo tiempo nos representan los ciclos infinitos de la vida. Y si observamos nuestro cuerpo, nos daremos cuenta que todas nuestras formas son redondeadas, esto nos recuerda que somos sistemas dentro de sistemas, pertenecemos al Absoluto y el Absoluto está en nosotros.
Los mándalas han sido usados por los grupos espirituales desde hace mucho tiempo atrás. Caminar, danzar, observar, o dibujar mándalas puede ayudar a curar la fragmentación psíquica y espiritual, también nos ayuda a manifestar nuestra energía creativa y a reconectarnos con nuestro Ser.
Psicológicamente, los mándalas representan la totalidad de nuestro ser. Dado que reflejan la psique humana, cada persona responde a ellos intuitivamente, más allá de su edad, género, raza, cultura, etc.
Cuando nosotros trabajamos con los mándalas, es decir, si los dibujamos, si los pintamos, si caminamos sobre ellos etc. esto puede asemejar un viaje hacia nuestra esencia, iluminando zonas del camino que hasta entonces habían permanecido obscuras y hasta ese momento ocultas, permitiendo que brote la sabiduría de nuestro inconsciente.
El mándala es una puerta hacia la institución más íntima del ser humano. Representa la condensación ordenante del universo. Mediante su diseño, contemplación y meditación el ser humano puede acceder con lo espiritual y se hace parte del todo armonioso, trascendiendo sus limitaciones presentes y las ataduras a su mundo material y conceptual.
Como iconos sagrados del budismo, pretenden recordar al espectador de la santidad del Universo y del potencial espiritual del ser humano.
En el discurso religioso de la India, el término mándala se refiere a un área espiritual o sagrada, a un círculo, a un diagrama concéntrico o a un grupo de objetos (formas divinas y humanas, terrenales o cósmicas, ideas y símbolos) organizados en un patrón reunido alrededor de un punto central.
En el mundo tibetano, los mándalas se usan para decorar y santificar templos y hogares; en ritos de iniciación para monjes y gobernantes; y como el foco de visualización del clero y de adoración por los feligreses, así como para fines funerarios, acompañando al cuerpo del difunto durante la cremación.
Los mándalas pueden presentarse en una variedad de materiales a través de diversas técnicas artísticas. Pueden elaborarse con piedras semipreciosas trituradas, pétalos de flores, arroz, piedra pulverizada (mármol, etcétera), papel, textil, hilo, mantequilla y arena pintada. La tradición establece las formas, tamaños
y colores de este arte. Los más conocidos por el mundo occidental son los mándalas coloridas del Tibet y los mándalas de arena, elaboradas por monjes tibetanos. La construcción de un mándala de este tipo lleva varios días y una vez terminada se destruye, para demostrar la impermanencia de la vida.
Como el budismo viajó de la India a otras partes de Asia, la tradición de mándalas también llegó a Asia central, China, Corea, Japón y el sudeste asiático, hasta Indonesia. Pero el arte de los mándalas floreció especialmente en la rica atmósfera espiritual del Tibet.
De ahí que la mayor cantidad y variedad de mándalas los encontremos en la tradición religiosa tibetana.
Este trabajo está extraido de un escrito de
Harumi Puertos
www.rutasdelalma.com
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